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Poésie.

No volvere a ser joven

Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde -co mo todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan solo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Jaime Gil de Biedma , de “Poemas póstumos”   (1968)

Voz nueva

¿ De quién es esta voz? ¿Por dónde suena la voz esta, celeste y argentina, que transe, leve, con su hoja fina el silencio de hierro de mi pena? Dime, blancura azul de la azucena, dime, luz de la estrella matutina, dime frescor del agua vespertina: ¿conocéis esta voz sencilla y buena? Voz que me hace volver los ojos, triste y alegre, a no sé qué cristal de gloria de oro, en que el ángel canta su ¡Aleluya! Que no es de boca ni laúd que existe, que no ha salido de ninguna historia... ¿De quién, de qué eres, voz que no eres suya?

Rosa íntima

Todas las rosas son la misma rosa, amor, la única rosa. y todo queda contenido en ella, breve imagen del mundo, ¡amor!, la única rosa. Rosa, la rosa... Pero aquella rosa... La primavera vuelve con la rosa grana, rosa amarilla, blanca, grana; y todos se embriagan con la rosa, la rosa igual a la otra rosa. ¿Igual es una rosa que otra rosa? ¿Todas las rosas son la misma rosa? Sí. Pero aquella rosa... La rosa que se aísla en una mano, que se huele hasta el fondo de ella y uno, la rosa para el seno del amor, para la boca del amor y el alma, ...Y para el alma era aquella rosa que se escondía, dulce entre las rosas, y que una tarde ya no se vio más. ¿De qué amarillo aquella fresca rosa? Todo, de rosa en rosa, loco vive, la luz, el ala, el aire, la honda y la mujer, y el hombre, y la mujer y el hombre. La rosa pende, bella y delicada, para todos, su cuerpo sin penumbra y sin secreto, a un tiempo lleno y suave, íntimo y evidente, ardiente y dulce. Esta rosa...

El remordimiento

He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz. Cumplida no fue su joven voluntad. Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte, que entreteje naderías. Me legaron valor. No fui valiente. No me abandona. Siempre está a mi lado La sombra de haber sido un desdichado. Jorge Luis Borges, 1976.

Oda ad Florem Gnido

Si de mi baja lira tanto pudiese el son que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento; y en ásperas montañas con el süave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese y al son confusamente los trujiese, no pienses que cantado sería de mí, hermosa flor de Gnido, el fiero Marte airado, a muerte convertido, de polvo y sangre y de sudor teñido; ni aquellos capitanes en las sublimes ruedas colocados, por quien los alemanes, el fiero cuello atados, y los franceses van domesticados; mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada, y alguna vez con ella también sería notada el aspereza de que estás armada: y cómo por ti sola, y por tu gran valor y hermosura convertido en vïola, llora su desventura el miserable amante en tu figura. Hablo de aquel cativo, de quien tener se debe más cuidado, que está muriendo vivo, al remo condenado, en la concha de Venus amarrado. Por ti, como solía, del áspero caballer...